jueves, 5 de octubre de 2017

UN LEGADO IMPORTANTE


            Faltan pocos días para que eche el cierre la exposición Legado, con la que la Casa Zavala ha reabierto sus puertas tras haber estado dos años cerrada, como consecuencia de la crisis administrativa y económica sufrida por la Fundación Saura que hasta entonces la estaba ocupando. La liquidación, ciertamente vergonzosa de esta instalación que Antonio Saura concibió con los mejores deseos pero que nunca llegó a desarrollarse de una manera adecuada, ha hecho posible que el Ayuntamiento recupere el pleno dominio y control (que nunca debió perder) de la Casa Zavala, que así entra en una (ojalá) nueva dimensión. De hecho, en los planes municipales figura, tras la primera exposición, una más que en noviembre, con el título ‘La piel de la tierra', ofrecerá una muestra de fotografías de Gustavo Torner.
            Pero hablamos de la primera, la de la reinauguración. Legado se podrá ver hasta el 18 de octubre. Se trata de una recopilación de 75 obras procedentes, en su mayoría, de la viuda de Zavala, Antonia Gallardo Galindo, y del Patrimonio municipal, que atesora más de mil piezas entre cuadros, esculturas o documentos. La exposición se divide en cuatro espacios. El primero, ‘Tiempo y lugar', alberga obras de artistas de la talla de Marco Pérez, Fausto Culebras, Wilfredo Lam o Virgilio Vera. En el segundo, “Rostros, miradas, retratos”, se puede encontrar una colección de retratos de los siglos XVIII al XX. El tercer espacio, "El universo conciso", se forma con paisajes y bodegones. El último, "Lo trascendente imaginario" cuenta con obras religiosas, entre las que se encuentran un retrato de San Julián cedido por la Diputación y una copia de Ribera, procedente de la casa anterior a Zavala, la de los  Cerdán de Landa, patrimonio actual de la Catedral.
No faltó, en el arranque de la exposición, un conato de polémica cuando la Asociación de la Memoria histórica hizo pública una censura porque en la muestra se estaba exponiendo una placa cerámica realizada por Marco Pérez al final de la guerra civil recogiendo los nombres de los concejales que había sido asesinados “por Dios y por España”, que había estado situada en el salón de plenos del Ayuntamiento hasta la llegada de la democracia y que, al ser retirada, ha pasado a formar parte del patrimonio histórico-artístico de la ciudad. A pesar de ese valor reconocido, los portavoces de la citada asociación creen que se exposición pública es una falta de sensibilidad hacia quienes fueron derrotados en la guerra civil. Se trata, una ocasión más, de confundir las churras con las merinas. Esas apelaciones no tienen nada que ver con el hecho de que la placa en cuestión es una magnífica obra de arte que, además, Marco Pérez trata con un delicado respeto la temática recogida y que, finalmente, esa memoria histórica a la que se apela significa recoger todos los elementos que la integran, no destruir unos para que solo prosperen otros. Eso es lo que hacen los talibanes integristas cuando destruyen en sus países monumentos artísticos procedentes de la antigüedad.

Pero a lo que voy: quedan pocos días para visitar la exposición y no hay que perderlos.

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