jueves, 19 de diciembre de 2013

LA MEMORIA COLECTIVA Y EL TIEMPO PERDIDO



Desde hace unos años se vive en Cuenca (quizá en todas partes, no hay que pensar que en esto somos excepcionalmente originales) una auténtica fiebre por encontrar, conseguir y almacenar fotos antiguas. Los nuevos mecanismos de información y difusión, este que ahora mismo sirve para propagar estas palabras, contribuyen a ir formando esa enorme colección de imágenes recuperadas del pasado, que unos pretenden conservar amorosamente, sin ganas de compartirla con nadie y otros, al contrario, cuelgan en la red cualquier objeto gráfico que cae en sus manos, sin importarles mucho que en apenas unos segundos pasen a ser propiedad del colectivo. Hay excepciones, como algunos que se consideran propietarios exclusivos de unas imágenes atrapadas en tiempos remotos y se creen con facultades para ejercer nada menos que derechos de autor.

La Biblioteca Municipal de Cuenca, situada en el Centro Cultural Aguirre, ha creado una página web en la que pretende ir recopilando la historia de la ciudad a través de documentos no sólo procedentes del archivo municipal, sino con el protagonismo de la colaboración ciudadana y para ello se ha pedido la colaboración de todo el que quiera enviar fotos, textos o cualquier tipo de documento que pueda servir para ilustrar o contar cómo era Cuenca en otra época. En esta recopilación se pretende conseguir una memoria colectiva a través de las memorias individuales en las que prevalece más el sentimiento y el testimonio de quienes lo vivieron que los puros datos documentales.

Es una iniciativa del máximo interés, que merece la pena ser conocida y visitada y también, por qué no, incrementada con aquellas aportaciones que cada cual tenga al alcance de la mano y quiera compartir con los demás. De esa manera se elabora, sí, la memoria colectiva, pero también se intenta recuperar, hasta donde sea posible, el tiempo perdido, porque si ha habido alguna característica señalada en esta ciudad nuestra es la facilidad con que se han ido tirando a la basura papeles, libros, periódicos, fotos, documentos y cualquier cosa que, por vieja, se considerada inservible. Y así resulta que nos faltan imágenes de cosas tan extraordinarias como la fachada antigua de la catedral, de la que no ha sobrevivido ni un triste boceto o dibujo que nos permitiera al menos adivinar cómo era. Y no es el único ejemplo, porque los hay a docenas. Así que, como dice el refrán popular, más vale tarde que nunca.

 

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