Desde hace unos años
se vive en Cuenca (quizá en todas partes, no hay que pensar que en esto somos
excepcionalmente originales) una auténtica fiebre por encontrar, conseguir y
almacenar fotos antiguas. Los nuevos mecanismos de información y difusión, este
que ahora mismo sirve para propagar estas palabras, contribuyen a ir formando
esa enorme colección de imágenes recuperadas del pasado, que unos pretenden
conservar amorosamente, sin ganas de compartirla con nadie y otros, al
contrario, cuelgan en la red cualquier objeto gráfico que cae en sus manos, sin
importarles mucho que en apenas unos segundos pasen a ser propiedad del
colectivo. Hay excepciones, como algunos que se consideran propietarios
exclusivos de unas imágenes atrapadas en tiempos remotos y se creen con
facultades para ejercer nada menos que derechos de autor.
La Biblioteca
Municipal de Cuenca, situada en el Centro Cultural Aguirre, ha creado una página web en
la que pretende ir recopilando la historia de la ciudad a través de documentos
no sólo procedentes del archivo municipal, sino con el protagonismo de la
colaboración ciudadana y para ello se ha pedido la colaboración de todo el que
quiera enviar fotos, textos o cualquier tipo de documento que pueda servir para
ilustrar o contar cómo era Cuenca en otra época. En esta recopilación se
pretende conseguir una memoria colectiva a través de las memorias individuales
en las que prevalece más el sentimiento y el testimonio de quienes lo vivieron
que los puros datos documentales.
Es una iniciativa del máximo interés, que merece la pena ser
conocida y visitada y también, por qué no, incrementada con aquellas
aportaciones que cada cual tenga al alcance de la mano y quiera compartir con
los demás. De esa manera se elabora, sí, la memoria colectiva, pero también se
intenta recuperar, hasta donde sea posible, el tiempo perdido, porque si ha
habido alguna característica señalada en esta ciudad nuestra es la facilidad
con que se han ido tirando a la basura papeles, libros, periódicos, fotos,
documentos y cualquier cosa que, por vieja, se considerada inservible. Y así
resulta que nos faltan imágenes de cosas tan extraordinarias como la fachada
antigua de la catedral, de la que no ha sobrevivido ni un triste boceto o
dibujo que nos permitiera al menos adivinar cómo era. Y no es el único ejemplo,
porque los hay a docenas. Así que, como dice el refrán popular, más vale tarde
que nunca.
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