En
realidad, todos los días son buenos para la poesía, seguramente el más antiguo,
perdurable y duradero género creativo de cuantos han existido en el mundo desde
que el ser humano aprendió a hablar, escribir y comunicar sentimientos. No
importa si estamos inmersos en una crisis o en plena vorágine económica, da lo
mismo tener dinero, salud o buenos amores, que lo contrario, pues tanto desde
el más desaforado optimismo como desde la tristeza infinita cualquiera puede
expresarse poéticamente, por lo general en verso, aunque también la prosa sirve
a estos fines. Vivimos inmersos en poesía, incluso sin saberlo. Seguramente lo
ignoran quienes braman desaforados en un campo de fútbol, o quienes apedrean al
prójimo en cualquier campo de batalla urbano, o si están enfrascados en el
bonito entretenimiento de agujerear ruedas de coches o aplastar sus
retrovisores, o cualquiera de los otros infinitos desbarajustes que se pueden
inventar al socaire del ocio. Pues a pesar de eso, y de más cosas que no digo
por abreviar el relato, la poesía subyace en torno a todo ello. Será poesía
lírica, del desarraigo, del inconformismo, de la esperanza, mística,
apologética, incluso política, quizá, pero hay poesía y siempre aparece alguien
dispuesto a desarrollarla. Por eso, este 21 de marzo, Día Internacional de la
Poesía, acontecimiento que no abrió ningún telediario ni suscitó los clamores
enardecidos de la masa social circulante, un grupo de personas, niños
incluidos, se dio cita en la cueva baja del Coto de San Juan, en la Plaza
Mayor, para leer poesía (y tomar un chato o caña, de paso), rindiendo culto al
viejo, pero nunca añejo proceso mediante el cual la palabra se transforma en
elemento conductor de la belleza y el sentimiento. Allí estaban, flotando en el
espacio, Caliope, Erato, Euterpe e incluso Polimnia, por más que era un
cónclave seglar nada proclive a las declaraciones integristas, enemigas de la
libertad, campo de acción en el que germina, crece y se desarrolla al Ars
Poetica. En verso debería escribirse este comentario, pero la habilidad del
autor no da para tanto. Dejémoslo así, en prosa castiza castellana, desde la
que con reverencia rindo pleitesía a tantas hermosas palabras habilidosamente
engarzadas en versos de amable resonancia íntima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario