Domingo, 15 de marzo
Permanece abierta todavía, aunque ya por poco tiempo
(termina el 12 de abril) la singular exposición dedicada a la presencia de El
Greco en Cuenca, a partir de las dos tablas procedentes de las iglesias de
Huete y Las Pedroñeras, ahora conservadas en el Museo Diocesano, exposición a
la que ya dediqué un comentario en su momento, aunque no importa reiterar aquí
algunas de las cosas entonces dichas, sobre todo en lo que tiene que ver con la
calurosa recomendación a todo el mundo, especialmente a quienes no son
visitantes habituales del Museo para que se acerquen a verlo, con este pretexto
o con cualquier otro, pues cualquiera es bueno en finalidad tan recomendable.
La ocasión para volver a este tema (aparte el recordatorio sobre su próxima
finalización) viene de la mano de la edición de un libro de importancia
considerable, que bien puede considerarse como el catálogo de la exposición,
aunque no reciba nombra tan preciso. Su autor y responsable es el mismo que
asumió la tarea de preparar y comisariar la exposición, el profesor Pedro
Miguel Ibáñez, a quien con toda justicia se le puede adjudicar el título de
máximo conocedor del arte conquense y en Cuenca durante los siglos más
brillantes de la cultura nacional, espacio temporal en el que se inscribe la
presencia en España del pintor cretense finalmente asentado en Toledo. Pero
nada de este es preciso seguir repitiendo, después de un año plagado de
referencias al hilo del cuatro centenario de la muerte del artista y teniendo
en cuenta los fastos celebrados. El propósito, ahora, es señalar y destacar con
el énfasis preciso el contenido de este libro, que lleva el mismo título de la
exposición (El Greco en el laberinto.
Escenas de la Pasión. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2014)
y que viene ser un monumental tratado de historia y de arte, de ambos conceptos
juntos y relacionados, con la presencia de Cuenca y su catedral al fondo. El
profesor Ibáñez lleva a cabo un exhaustivo análisis de la época, sus
circunstancias y la presencia de diversas personalidades artística, con
especial atención a la figura de Martín Gómez el Joven, como punto de
referencia alternativa a El Greco. Cuestiones de tipo general que encuentran su
complemento en el desarrollo analítico de las dos obras que del artista
cretense se conservan en Cuenca, marcando con sumo detalle y claridad sus
coincidencias y discordancias de otras nacidas de la misma mano y repartidas
por diferentes lugares del mundo. Más allá de su utilidad concreta en el
momento presente, el libro de Pedro Miguel Ibáñez reúne las condiciones
precisas para obtener la categoría de imprescindible en todo momento como
aportación fundamental a la historia del arte y de la cultura en Cuenca.
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