Desde hace unas semanas se encuentra activo un grupo,
promovido desde la Agrupación de Hostelería y Turismo de Cuenca, que está
mostrando un cierto empeño en mover intereses y voluntades para celebrar en
2016 el 50 aniversario del nacimiento del Museo de Arte Abstracto. Ese evento,
en su propia definición, será, debería ser, un acontecimiento de marcado valor
cultural y así lo estaba pensando y proyectando la Fundación Juan March,
responsable del Museo, cuando ha surgido esta otra iniciativa que, teniendo en
cuenta el carácter de sus promotores, aspira especialmente a obtener beneficios
materiales, en forma de utilización de sus locales de negocios. Nada hay que
reprochar a esa intención. Al contrario, sabemos de sobra que la Cultura y el
Arte son dos poderosísimos motores capaces de mover a las gentes a través del
turismo, generando con ello un importante movimiento de capital. Eso se sabe en
todas partes, menos en Cuenca, donde el sector turístico nunca ha visto la
conveniencia de apoyar y apoyarse en las iniciativas culturales que hemos
puesto en marcha en los últimos decenios. Ahora, espoleados por el ejemplo de
El Greco en Toledo, los profesionales de ese gremio han descubierto que ahí hay
un enorme potencial de negocio y quieren aprovecharlo. Es un propósito lícito y
por tanto no merece censuras, sino los mejores deseos para que acierten en el
mejor camino que conduzca a un final feliz. Para ello, sería conveniente que contaran
con buenos asesores, no solo en materia de hoteles y restaurantes, sino también
(sobre todo, diría yo) en cuestiones relacionadas con el arte, sobre todo para
no confundir las churras con las merinas. Estos días, con motivo del premio
nacional de Artes Plásticas concedido a Jordi Teixidor, que estuvo vinculado a
los orígenes del Museo, se ha dicho -y los medios conquenses lo han repetido-
que ese artista perteneció al Grupo de Cuenca o El Paso, como si ambos fueran
la misma cosa. No: el Grupo El Paso se formó en 1957 impulsado por Manolo
Millares, Rafael Canogar, Manuel Rivera, Pablo Serrano y otros, siendo su alma
mater Antonio Saura. Teixidor no estuvo en ese grupo. Luego, en 1966, se
inauguró el Museo de Arte Abstracto y a quienes lo promovieron (Fernando Zóbel,
Gustavo Torner, Gerardo Rueda) se les bautizó, en algunos círculos, como el
Grupo de Cuenca. Una cosa es una cosa y otra cosa es la otra. Lo dicho: a no
confundir, que las neblinas entorpecen una visión clara de los objetos.
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