Si se hiciera una encuesta callejera, de esas que tanto
gustan a los chicos de El Intermedio (sin duda, el programa más interesante que
puede pescarse en las anodinas, vulgares, aburridas cuando no repelentes
pantallas de las TV) muy probablemente habría una amplia mayoría a favor de
considerar a la Poesía como la cosa más inútil que existe en el mundo. Y,
ciertamente, no sirve para nada, dentro de los parámetros con que valoramos la
utilidad en este mundo práctico. Dando esto por sentado, pasamos al siguiente
escalón del razonamiento: ¿por qué cada vez hay más poetas y por qué se publica
y se leen libros de versos, en sus variadas modalidades, incluida la prosa
poética? Para demostración de que esto
es así, aquí tenemos esta imagen, tomada nada menos que un sábado por la tarde,
mientras el Madrid juega al fútbol y puede verse a pocos metros. Insensibles a
semejante tentación, el público se congrega para sentirse náufragos sujetos con
fuerza una tabla de salvación que ofrece poesía. Por esa tribuna han pasado
Juan Manuel Molina Damiani, José Ángel García, Ángel Luis Luján, Miguel Ángel
Curiel (a quien se debe el lema con que se bautizó el encuentro: Poesia para náufragos), Raúl Campoy, Ana
Ares, Pilar Narbón, Cecilia Quilez, Eva Hiernaux, Adolfo González, Beatriz
Russo, Ambrosio Gallego, Yaiza Martínez, Amador Palacios, Teo Serna, Rafael
Escobar, Olvido García Valdés, Miguel Casado y Francisco Ferrer Lerín. Hubo
conferencias, presentaciones de libros, recitales poéticos, intercambios de
palabras, pensamientos y versos, en un ambiente recoleto y al amparo del
espíritu otoñal que estos días impregna Cuenca y que cada año, desde hace tres,
concita esta peculiar asamblea cuya vitalidad parece contradecir otras amargas
penurias que nos asaltan cotidianamente.
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