A Pablo Iglesias, dicen, sus asesores en comunicación le han
recomendado que se calle un rato. El locuaz político viene hablando sin parar
desde que emprendió la carrera que, según algunas previsiones, puede conducirle
a ocupar la Moncloa no tardando mucho. Como hace casi todo el mundo, yo también
he prestado atención a sus palabras, sobre todo las que dice por su propia
boca, en las entrevistas con Jordi Évole y Ana Pastor. Las oigo -y otras,
menos, las leo- con la esperanza compartida de que ahí pueda estar el remedio
al gigantesco contubernio nacional organizado por los partidos y sus dirigentes
al uso. Si Pablo Iglesias y su equipo de Podemos fueran capaces de darle la
vuelta a esta turbia tortilla que ya huele a chamusquina aún habría algún
futuro para este país, ahora mismo abandonado al albur de políticos no tanto
corruptos (que también), sino inútiles, ineficaces, incompetentes y aburridos,
sin imaginación ni creatividad. Oír al líder, ahora secretario general de
Podemos, no ayuda en exceso a tranquilizar los ánimos. Comprendo que los
asesores le aconsejen prudencia en su verborrea incontenible de la que, al
final, no queda apenas substancia alguna. Solo hay palabrería, un discurso bien
engarzado, dicho con convicción, porque el muchacho domina y maneja bien el
arte de la oratoria y sobre todo la comunicación a través de los medios
audiovisuales, pero me temo que eso no es suficiente, no va a ser suficiente. Y
como no es cosa de analizar aquí detalles de unos temas y otros (ya se encargan
los medios de hacerlo y despellejarlo) me limitaré a poner un punto, que me
produce una considerable frustración: todavía no he oído al profeta de la
renovación nacional decir ni una sola palabra sobre Cultura. Cierto que tampoco
nadie se lo ha preguntado, porque así son también estos periodistas y
entrevistadores, pero él quizá podría haber aprovechado cualquier resquicio
para decir una palabra, pues la tiene fácil y abundante. Y es que no todo en
este mundo es economía, paro, pensionistas, bancas y banqueros, corruptos,
Cataluña, Constitución y demás martingalas. A lo mejor una palabrita sobre
teatro, bibliotecas, museos, artistas, el IVA, el cine, la propiedad
intelectual, la piratería y asuntillos así, insignificantes, pero tan valiosos,
a lo mejor, digo, eso nos habría producido un poco de consuelo entre tanto
desconcierto y confusión.
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