Termina, por fortuna, la campaña electoral más desvaída e
inocua, a la vez que aburrida y repelente, en la que hemos podido asistir a
espectáculos ciertamente bochornosos y propuestas vacías de contenido en las
que, eso sí, se han deslizado promesas sin cuento. Dichosa edad aquella y
tiempos dichos aquellos en que los interesados por la cosa política (y yo,
además, cumpliendo las tareas de periodista) podíamos disfrutar de auténticos
discursos, preparados con sentido común y transmitidos de manera firme, con
convicción y elegancia, en ambientes de sana alegría política y participación
popular. Cuando decimos estas cosas se nos llama viejos decadentes y, encima,
los profetas de la modernidad pretenden borrar de un plumazo la época de la
transición. Aquellas sí que eran campañas, aquellas sí que eran elecciones
emocionantes, vivas, con una presencia activa y crédula en lo que se estaba
haciendo. Ahora, una parte del electorado va como borriquillos enlazados al
ronzal de su amo, a votar disciplinadamente lo que ordena el partido o la
servidumbre ideológica mientras otra parte, considerable, iremos a la fuerza,
venciendo las ganas de quedarnos en casa y que les zurzan a todos los que nos
han llevado a esta miseria.
Lo mejor de la cita electoral es que termina la campaña y
así dejaremos de oír la retahila de sandeces de mal gusto que nos ha
martirizado estos días. Entre ellas, no ha habido hueco para la cultura. Ni una
propuesta seria, ni un programa coherente, ni una invención novedosa, ni un
remedio para los infinitos males que nos aquejan desde que unos y otros
decidieron hundir la débil estructura que se había ido formando trabajosamente
durante años. Eso sí, cuando hay ocasión, los políticos se llenan las bocas de
palabras llamadas a engatusar a los tontos: Cuenca es la capital cultural de
Castilla-La Mancha, Cuenca es la ciudad más cultural de la Celtiberia, Cuenca
es un receptáculo cultural de primer orden y otras mentiras parecidas que
seguramente ellos se creen a pesar de la poca convicción que ponen en sus
palabras. No ha habido espacio para la Cultura en esta campaña electoral, quizá
porque tampoco lo hay en los programas y, lo que es, peor, porque ninguno de
ellos tiene idea de en qué consiste la Cultura, cual puede ser la aportación de
la Cultura al progreso de Cuenca y a la mejora de las condiciones vitales de
sus habitantes y visitantes. Y, por supuesto, ninguno tiene la menor intención
de variar el rumbo agónico de los últimos años para embarcarnos en un viaje
placentero hacia un futuro mejor. Triste situación de la cultura en Cuenca y
más triste el destino que nos aguarda, si no surge un milagro.
En este panorama desolador he ido siguiendo las
intervenciones de unos y otros esperando que entre los nuevos partidos surgiera
también alguna propuesta novedosa, algo renovador e ilusionante. Esperanza frustrada.
Los nuevos coinciden totalmente con los viejos en ignorar que existe algo
llamado Cultura. Y en no tener ninguna aportación interesante que hacer. El
problema más importante de esta ciudad es la peatonalización de Carretería y
qué hacer con las infames tablas que la cubren. Lo demás no interesa mucho. Y,
desde luego, la Cultura, poco. Así que ya sabemos lo que nos espera en este
asunto, gane quien gane.
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