Verdaderamente,
es aleccionador, muy aleccionador, el impulso privado que hizo nacer Estival y
que lo mantiene, seis años ya, en activo, con una programación en creciente
desarrollo, ampliando objetivos, diversificando propuestas. Destaco el hecho de
que el proyecto surgiera en un ciudadano que con sus propias fuerzas,
imaginación e iniciativas puso en marcha lo que ninguna institución había
conseguido: un auténtico festival de verano que traiga a la ciudad de Cuenca,
durante unos días, una semana y pico, un variado panorama musical centrado en
sugerencias modernas, especialmente en torno al jazz, pero también, como ocurre
este año, con aportaciones del flamenco y de la música ética o folklórica. Y
que, como digo al principio, va incorporando atractivas sugerencias, como
talleres de música para personas con discapacidad, para niños, guías de
lectura, una dimensión gastronómica y otra científica, en fin, como digo, un
amplísimo panorama que entre el 29 de junio y el 7 de julio impregnan la vida
cultural de esta ciudad, sin olvidar la frustrada lectura poética prevista para
la mañana del domingo pasado y que se evaporó sin más explicaciones.
Detrás de
todo está Marco Antonio de la Ossa, musicólogo y profesor universitario, inquieto
sujeto desde sus años jóvenes (lo sigue siendo, pero ya menos, como es
natural), dotado de una capacidad innata para mover voluntades e inventar
situaciones de riesgo, pero atractivas, como se demuestra por la amplia
respuesta popular a los contenidos de un programa que este año incluye grupos
como Trinidad Montero & Juan Antonio Sánchez, The Harto a reir, Pin Pan Pun
y Los Cencerros, José Enrique Morente, el grupo flamento de la conquense
Virginia García Vicente, Miguel Iroshi, Cristina de la Ossa, Juanfe Pérez,
Miguel Olivera Group, Foxy Jam, Jazzodrom, la banda conquense The Teacher’s
Band, Rozalén, Anna Jiménez & The Band, el gran grupo folklórico gallego
Luar Na lubre precedido por Zas!!candil Folk, Mariola Membrives, Jazz Clazz,
Aurora & The Betrayers, Le Petit Swing y Zarandea, a los que se añaden las
otras propuestas mencionadas antes.
Con un
considerable esfuerzo personal, Estival Cuenca se está configurando como el
auténtico y verdadero festival de verano que Cuenca necesitaba desde hace
muchos años, que algunos hemos pedido de manera insistente, creyendo que una
iniciativa institucional sería capaz de promover semejante cosa, sin que nunca
se haya conseguido, en unos casos por falta de medios y en otros, la mayoría,
por falta de ganas. El problema está resuelto mediante un encomiable impulso
privado, sorprendente en cierta medida en un lugar en el que casi todo el mundo
recurre a lo público como vía para solucionar cualquier tema. En este caso, hay
colaboraciones, bastantes colaboraciones, públicas y privadas, la mayoría en
especie, pero lo que predomina, por encima de todo, es la voluntad de llevar
adelante este propósito y ello merece, desde luego, un cálido apoyo, con la
esperanza de que no se tuerza y pueda prolongarse durante mucho tiempo. Falta
hace.
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