viernes, 16 de enero de 2015

EL CONGRESO CANTA



El otro día, de forma espontánea, la Asamblea Francesa, que es la madre de todas las asambleas, todos los congresos y todos los senados, se puso a cantar La Marsellesa. Los franceses tienen una tendencia natural a cantar La Marsellesa a la primera ocasión necesaria (recordemos la escena antológica de Casablanca, en el bar de Rik) y no solo tararearla en los campos de fútbol. Me imagino a los señores diputados del Congreso español poniéndose en pie para cantar algo que no se puede cantar porque no tiene letra. Pero aunque la tuviera o simplemente decidieran tararearla, como hacen los fans futboleros, ¿cuántos tendrían el valor de hacerlo? Y en ese caso, ¿qué harían los discípulos de Artur Mas, Iñigo Urkullu e incluso los de Izquierda Unida? De Sortu y Esquerra no hay ni que hablar. Y a lo mejor ni siquiera de los futuros liberadores de este país, los chicos de Podemos, de cuyas intenciones, sobre el país, el Estado, el himno y otras minucias parecidas no tenemos ninguna noticia. Dejo volar la imaginación, oigo el canto pausado, melódico, de una letra inexistente pero, sobre el rumor de las palabras, siento el latido de una emoción colectiva. Lo que no hay, lo que falta, de lo que ni siquiera hay ganas de hablar. Entre unos y otros (incluidos todos nosotros) hemos dejado que se difumine la idea de país, no digamos la de nación, para que yo queden ni ganas de oír el himno nacional.


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