viernes, 13 de abril de 2018

EN LA PÉRDIDA DE ANTONIO HERRERA




Desde su Sevilla natal, de la que salió para ocupar la cátedra de Geografía e Historia en el entonces recién creado instituto de Enseñanza Media “Hervás y Panduro”, en Cuenca y a la que regresó para permanecer ya en ella de manera constante, nos llega este primero de marzo la noticia de la muerte de Antonio Herrera García, dotado de la antigua y casi extinguida profunda vocación por la docencia junto con una inagotable capacidad hacia la búsqueda del conocimiento y la verdad. A pesar de nuestra diferencia de edad (tenía ya 90 años al fallecer) fuimos compañeros de residencia y convivencia en el Colegio Menor “Alonso de Ojeda”, donde pudimos compartir inenarrables veladas en torno a las cuestiones del momento pero, sobre todo, históricas, su pasión. De él aprendí lo que no se enseña en ningún aula en especial a desbrozar la esencia de las cosas y apartar las fútiles anécdotas que para muchos son el fundamento de sus relatos. Durante su estancia en Cuenca desarrolló una amplísima labor divulgadora en la prensa local sobre historiografía conquense, con recensiones de libros, trabajos de investigación, conferencias, etc. Esa labor, de extraordinaria importancia, quedó reflejada además en varias publicaciones. La primera, del máximo interés, fue la edición de una de sus conferencias, Cuenca musulmana (1966), el primer acercamiento serio y ordenado a uno de los periodos más apasionantes y a la vez más desconocidos de la historia de la provincia. En Hemeroteca Conquense (1969) realizó un índice sistemático de varias series de artículos de interés históricos publicados en diversas etapas en los periódicos locales, destacando en especial la serie dedicada a las biografías escritas por José M. Alvarez Martínez del Peral y la que lleva la firma de Juan Giménez de Aguilar. A estas dos publicaciones capitales se añadió en 1977 un trabajo de alta especialización, una Bibliografía Básica de títulos históricos sobre Cuenca, inserta en el volumen dedicado a publicar las actas del I Simposio Internacional de Historia de Cuenca. Veinte años después de su inicial publicación, siendo yo responsable de este sector en el Ayuntamiento de Cuenca, le propuse llevar a cabo una nueva edición que sirviera para recuperar ese texto y ponerlo al día, sacándolo del efectivo anonimato en que había sido escondido por su inicial edición. Mi sorpresa fue que no solo aceptó, con la bonhomía y excelente disposición que siempre tuvo hacia mí, sino que además me devolvía el texto original formado por 450 fichas con otras 200 más de nuevo cuño, haciendo así un total de 663 citas bibliográficas que configuran el que, para mi gusto, es uno de los libros más importantes editados en Cuenca en los últimos 25 años y del que me siento especialmente orgulloso, por haber sido responsable de su publicación y por permitirme confirmar en un hecho práctico la amistosa relación que durante cuatro inolvidables años tuve con la excelente persona que acaba de morir. Su peculiar sentido para la ironía, expresada con un inconfundible gracejo andaluz, me hace todavía sonreír desde la distancia, amainando así la tristeza que me produce su muerte.


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