Con el aparato propagandístico habitual en estos casos, el
Ayuntamiento pregona que está a punto de poner en marcha los complejos
mecanismos burocráticos necesarios para poner en marcha un contrato cuyo
alambicado título insinúa de qué se trata. Ahí es nada: servicios de
consultoría y asistencia técnica de apoyo para el diseño e implantación de un
modelo de gestión de destino turístico sostenible en el municipio de Cuenca,
asunto que incluye también el diseño de una nueva plataforma web de promoción y
gestión turística de la ciudad. Ahorro añadir aquí el resto de la palabrería
que acompaña a la noticia y que cualquiera puede encontrar en las páginas de
los digitales que no tienen empacho en reproducir sin límite ni tasa este tipo
de cosas.
Como es natural, el encargo incluye una serie de cosas ya
vistas, empezando por analizar la situación del sector turístico de Cuenca y
hacer un análisis, bla, bla, bla de lo que todo el mundo sabe porque, entre
otras cosas, se ha hecho ya repetidas veces, pero da lo mismo. Cada vez que se
pone en marcha un proyecto de este tipo se empieza por el mismo sitio y se
repiten los mismos pasos del proceso, que se podrían ahorrar, por economía de
tiempo y dinero, simplemente retomando lo que hizo el equipo anterior.
Aunque, como es obvio, soy pesimista sobre este tipo de
estudios que nunca llegan a ningún puerto concreto, no soy tan cerril como para
negar por completo su viabilidad. Imagino que entre las conclusiones figurará
un programa práctico para llevar a cabo, de manera inmediata y urgente, un
cambio completo en la infame señalización presuntamente turística que desde
hace más de diez años viene mancillando las calles de Cuenca con su lamentable
aspecto. No solo han quedado completamente anticuadas sus indicaciones sino que
el desaliño, el desgaste y la porquería que las envuelve hacen de ellos todo lo
contrario que se espera de un soporte de información turística. Para cambiarlo,
no hace falta ningún estudio ni proyecto. Basta con hacerlo. Mejor dicho: basta
con querer hacerlo. Y ahí nos duele.
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