domingo, 29 de abril de 2018

HUBO UNA CALLE TENIENTE GONZÁLEZ



En estos días, la popular y dicharachera alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, entre cuyas virtudes más destacadas no se encuentran la prudencia ni el presunto seny catalán, del que tanto alardean cuando les conviene, ha hecho una vez más al ridículo saliendo a la palestra de la manera irreflexiva que es marca de la casa para poner a parir al almirante Cervera, al que le han quitado su nombre de una calle, para poner otro más acorde con los tiempos confusos que vivimos. Eso está pasando todos los días, en todas partes, sólo que en este caso la alcaldesa de Barcelona se ha tomado la libertad de enjaretar unas cuantas lindezas a cuenta de la filiación fascista y conspirativa del almirante Cervera, durante su participación en el levantamiento militar de 1936.
       La señora Colau no sabía y, lo que es peor, ninguno de sus numerosos asesores le informó de que el vapuleado militar había muerto a comienzos del siglo (en 1909 exactamente) o sea, mucho antes de que Franco y sus colaboradoras pensaran siquiera en dar el golpe de Estado.
Con motivo de esta tontería política, una más de las muchas que están socavando la seguridad democrática del desconcertado pueblo español, sobre Colau ha caído toda clase de improperios sin que ella haya tenido la elegancia, el buen criterio y la sensatez de corregir sus estúpidos comentarios, propios de una ignorante inculta.
      Digo todo esto de la alcaldesa barcelonesa no por cebarme en ella, sino para aludir a sus colegas regidores de un sitio del interior mesetario, políticamente muy distantes de ella, pero coincidentes en su ignorancia. Porque también aquí, en Cuenca, tenemos nuestro bochorno particular solo que, a diferencia del de Barcelona, nadie, ni siquiera los militares, organizaron ningún escándalo. Ocurrió la cosa en el año 2010, cuando los concejales del Ayuntamiento de Cuenca, ignorantes de la historia de su ciudad y de sus gentes, decidieron ser más progresistas que nadie suprimiendo el nombre de Teniente González de la calle así llamada, entre Carretería y Colón. Y encima, que es lo peor, lo hicieron aludiendo a la ley de memoria histórica y a la conveniencia de suprimir del callejero nombres alusivos a los vencedores de la guerra civil.
     Pero sucede que el teniente Gregorio González Beamud había muerto en el año 1922 y no participando en ninguna intentona golpista, sino luchando en las colinas rifeñas próximas a Melilla, en la guerra contra los musulmanes que se libraba en aquellos años. Murió, cuentan las crónicas periodísticas, de manera heroica, al frente de una compañía del regimiento Mallorca, actuando de manera tal que consiguió salvar a gran parte de su columna, aunque él perdió allí la vida. Su ciudad natal le rindió un cálido homenaje al bautizar con su nombre la calle que hasta entonces se conocía como Callejón de la Misericordia. En aquel consistorio municipal figuraban liberales y socialistas, entre ellos Rodolfo Llopis, que se sumó abiertamente a la decisión.
     Casi un siglo después, la bobalicona ciudad de Cuenca le retiró la placa sin que en el seno del Ayuntamiento hubiera ni un solo concejal que, conocedor de la historia, ilustrara a sus colegas de la tontería que estaban cometiendo.

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