O
dicho de otro modo, por si el latinajo del título no es debidamente expresivo:
Y ahora ¿qué? Empieza el año, uno más en el cómputo inacabable de la historia
del tiempo y con ese acto se da por cancelado el anterior, que llegó presuntamente
cargado de todos los fastos imaginables, al amparo de una fecha consagrada como
mítica, fundamental para la historia de esta ciudad, 2016. Pasó el año y ya es
recuerdo. Los susodichos fastos, si es que así pueden calificarse los sucesos
de estos doce meses, ya son recuerdo y en la valoración de cada cual el vaso
está medio lleno o medio vacío, pero ni los más forzadamente optimistas se
atreverían a decir que se llenó del todo.
Para compensar el vacío, la autoridad competente nos
anuncia ya otros acontecimientos similares, uno sobre la ciudad medieval, otro
sobre la Semana Santa al año siguiente. Bendita Semana Santa de Cuenca, que
siempre acude en socorro de los menesterosos para demostrar que la ciudad se
mueve por algún motivo.
¿Eso es todo lo que esta ciudad puede esperar del
inmediato futuro o, mejor, del ya acuciante presente? Estos días invertí
algunos minutos en hojear las previsiones del Plan de Urbanismo que se empezó a
redactar hace ya quince años y debería estar en vigor (si lo hubieran
terminado, que no es el caso) y en el encuentro algunos curiosos comentarios
que moverían a risa si no produjeran un sentimiento contrario. Aquel plan (que
debe seguir siendo el actual, aunque aún no haya nacido) incluye las
previsiones necesarias para resolver los problemas de una ciudad de 150.000
habitantes, cifra que Cuenca no ha alcanzado en el tiempo transcurrido ni
alcanzará en lo que queda de siglo.
Quo vadis, Cuenca? ¿Hacia dónde va esta ciudad, aparte
acoger este año pasado la exposición de Ai Weiwei, el actual otra sobre
ciudades medievales y el que viene una más sobre la Semana Santa en España?
Quo vadis, Cuenca? aparte de vivir de las postales que te
consagran como una de las ciudades más bonitas de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario