Tantas cosas se están escribiendo estos días que
podría ahorrarme estas palabras de más que, seguramente coincidirán con otras más
o menos similares, o quizá contradictorias. Pues no dejaré de escribirlas,
porque el cuerpo me lo pide y porque no hay nada que me guste más en el mundo
que hablar de libertades en general, y de la de expresión en particular. Sobre
todo cuando hay algunos personajes, que aspiran a ser nada menos que
gobernantes de este país, presidente del gobierno o cuanto menos ministro o jefe
del CNI, que salen a la palestra en forma vergonzosa y vergonzante.
Naturalmente que siempre ha habido protestas en la
Universidad, faltaría más y el día que no las haya es que ya no queda ni
Universidad ni nada. Pero el asunto de lo ocurrido el otro día en la Autónoma
tiene algunos perfiles peliagudos, problemáticos y quizá preocupantes. Para
empezar, la banda aparece con las caras tapadas cobardemente, en busca del anonimato
y la impunidad. Miren ustedes, jovencitos: antiguamente esas cosas las hacíamos
a cara descubierta y cada palo aguantaba su vela o zurriagazo. Para continuar,
los muy bandidos aluden a la libertad de expresión como motivo esencial para
manifestarse violentamente; o sea, que la libertad de expresión consiste en que
nadie más pueda ejercer semejante principio. Muy bonito. Y siendo como eran y
se ve en las imágenes una exigua minoría, eso sí, violenta y agresiva,
consiguen imponer su criterio al resto, a la mayoría, en curiosa aplicación del
más turbio de los principios democráticos: los menos se imponen a los más,
porque sí.
Luego viene la parte final, la segunda o la tercera,
la de los simpatizantes de esta muchachada turbia, anónima y agresiva. Y uno,
naturalmente, tiene que preguntarse y me pregunto: qué cuerpo le quedaría a
Pablo Iglesias, el mismo que fue durante unas semanas el profeta de un futuro
mejor, si a él le organizaran un espectáculo de esa naturaleza otros
muchachitos como los que a él le parecen bien. Claro que también me pregunto si
el día que el tal Iglesias sea presidente del gobierno acudirá al desfile de la
fiesta nacional, vestido de punta en gala o se quedará en su casa jugando al
mus.
Todo para llegar a la conclusión final que no es
otra que la más ampliamente compartida por tantos ciudadanos estupefactos y
desconcertados: qué pena de país, no solo por lo que está pasando, sino porque
en el horizonte no se perfile nadie que sea capaz de hacernos una propuesta
avanzada, progresista, decente, coherente, digna del país y de todos nosotros. Parecía
que el mirlo blanco podría llegar de Podemos y sus líderes, pero ya vemos en qué
cosa zarrapastrosa está quedando todo eso.
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