Michael Ignatieff dijo un día:
“Voy a ser un político diferente. Voy a cambiar las reglas”. Había nacido en
Toronto en 1947 y antes de cumplir los 60 años, en 2006, puso manos a la obra
de intentar producir un cambio sustancial en la forma de hacer política en su
país, la misma vigente en todos los de occidente y buena parte del resto del
mundo. Para llevar a cabo su propósito, Ignatieff emprendió una campaña
renovadora, cercana a los electores, yendo de puerta en puerta, prometiendo que
haría cosas inimaginables pero que estaban muy dentro de la imaginación de
quienes deberían votarle. Lo consiguió y obtuvo un escaño en el parlamento
canadiense. Le duró una legislatura. En la siguiente fue borrado por la
maquinaria partidista, tras haberse estrellado estrepitosamente en su actividad
política. Todo ello lo cuenta en un libro muy recomendable, como aviso a
navegantes: Fuego y cenizas. Éxito y
fracaso en política, Idealismo y vanidad, hasta caer en las manos de los
profesionales del aparato, allí donde reinan los fontaneros de cada partido,
los que no dan nunca la cara (o la dan poco) los que no aspiran al lustre de la
fama, los que, al fin, tienen la sartén por el mango.
Michael
Ignatieff es un escritor y profesor y, ya, expolítico canadiense. Fue líder del
Partido Liberal de Canadá, en la oposición entre 2008 y 2011, hasta que en las
elecciones de este último años no solo fue personalmente derrotado, perdiendo
su escaño, sino que consiguió el peor resultad de la historia del Partido
Liberal, con solo 34 actas, pasando a ocupar el tercer lugar entre los partidos
y dejando así de ser la oposición al gobierno. Tras eso dimitió y abandonó la
política.
Aviso y
lección para navegantes. Su experiencia queda en este libro sorprendente, que
se puede leer como una novela. Aunque hay serias dudas de que los políticos de
por acá inviertan parte de su tiempo en leer, entretenidos como están con las
tertulias y los micrófonos a pie de calle.
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