Desde el año 1961 se celebra en todas partes el Día Mundial
del Teatro, el 27 de marzo. En los sitios en que hay teatro, o sea, un edificio
apto para llevar a cabo representaciones teatrales, ese día se celebra de la
forma más natural y apropiada: con una actuación del tipo que sea, comedia o
drama, infantil o de títeres, monólogo o montaje espectacular, acto que se
complementa con la lectura previa de un manifiesto elaborado por el organismo
que coordina estas actividades (el Instituto Internacional de Teatro) y que
lee, en el escenario, dirigiéndose al público, uno de los actores que
interviene en la representación. Se bien cómo funciona esa ceremonia porque
durante mi gestión como director del Teatro-Auditorio de Cuenca mantuve el
ritual y era, siempre, un momento muy emocionante, tanto para los actores como
para el público. Este año, el mensaje lo ha escrito la actriz Isabelle Huppert
(magnífica siempre, impresionante en su última película, Elle, de Paul Verhoeven).
En Cuenca, este año, no ha
habido celebración especial ni de ningún tipo para unirse a la fiesta del
teatro mundial. Ese día el Teatro-Auditorio estuvo ocupado por un concierto de
marchas procesionales, actividad sin duda del máximo interés social y cultural,
que hace felices a muchos ciudadanos. Mejor para ellos.
Los aficionados al teatro nos
quedamos sin motivo especial que celebrar. En ausencia de tal cosa, me he
entretenido en leer por mi cuenta el mensaje escrito por la gran Isabelle
Huppert, cargado de conocimiento y de emotividad. De él extraigo este
fragmento:
“Al pensar en este mensaje que tengo el honor de que me hayan pedido
que escriba, he recordado todos los sueños de estas escenas. Por eso puedo
decir que no he venido a esta sala de la UNESCO yo sola. Todos los personajes
que he interpretado en escena me acompañan. Personajes que parecieron irse
cuando caía el telón, pero que han cavado una vida subterránea en mí,
dispuestos a ayudar o destruir a los personajes que les sucedieron. Fedra,
Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Merteuil, Blanche Dubois.
Me acompañan también todos los personajes que he adorado y aplaudido
como espectadora. Y por eso es por lo que pertenezco al mundo. Soy griega,
africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa,
marsellesa, neoyorkina, filipina, argentina, noruega, coreana, alemana,
austriaca, inglesa, realmente del mundo entero. Esa es la auténtica
globalización”.
Lástima no haber podido oír
estas palabras en escena, leídas por un actor.
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