miércoles, 29 de marzo de 2017

UN DIA MUNDIAL PARA EL TEATRO


Desde el año 1961 se celebra en todas partes el Día Mundial del Teatro, el 27 de marzo. En los sitios en que hay teatro, o sea, un edificio apto para llevar a cabo representaciones teatrales, ese día se celebra de la forma más natural y apropiada: con una actuación del tipo que sea, comedia o drama, infantil o de títeres, monólogo o montaje espectacular, acto que se complementa con la lectura previa de un manifiesto elaborado por el organismo que coordina estas actividades (el Instituto Internacional de Teatro) y que lee, en el escenario, dirigiéndose al público, uno de los actores que interviene en la representación. Se bien cómo funciona esa ceremonia porque durante mi gestión como director del Teatro-Auditorio de Cuenca mantuve el ritual y era, siempre, un momento muy emocionante, tanto para los actores como para el público. Este año, el mensaje lo ha escrito la actriz Isabelle Huppert (magnífica siempre, impresionante en su última película, Elle, de Paul Verhoeven).

En Cuenca, este año, no ha habido celebración especial ni de ningún tipo para unirse a la fiesta del teatro mundial. Ese día el Teatro-Auditorio estuvo ocupado por un concierto de marchas procesionales, actividad sin duda del máximo interés social y cultural, que hace felices a muchos ciudadanos. Mejor para ellos.
Los aficionados al teatro nos quedamos sin motivo especial que celebrar. En ausencia de tal cosa, me he entretenido en leer por mi cuenta el mensaje escrito por la gran Isabelle Huppert, cargado de conocimiento y de emotividad. De él extraigo este fragmento:
“Al pensar en este mensaje que tengo el honor de que me hayan pedido que escriba, he recordado todos los sueños de estas escenas. Por eso puedo decir que no he venido a esta sala de la UNESCO yo sola. Todos los personajes que he interpretado en escena me acompañan. Personajes que parecieron irse cuando caía el telón, pero que han cavado una vida subterránea en mí, dispuestos a ayudar o destruir a los personajes que les sucedieron. Fedra, Araminte, Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Merteuil, Blanche Dubois.
Me acompañan también todos los personajes que he adorado y aplaudido como espectadora. Y por eso es por lo que pertenezco al mundo. Soy griega, africana, siria, veneciana, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa, marsellesa, neoyorkina, filipina, argentina, noruega, coreana, alemana, austriaca, inglesa, realmente del mundo entero. Esa es la auténtica globalización”.

Lástima no haber podido oír estas palabras en escena, leídas por un actor.

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