Parece
que van a terminar las desventuras de las Casas Colgadas. Detrás quedan los últimos
episodios, protagonizados por quienes fueron y aspiraban a ser los
concesionarios del Mesón; los anteriores salieron de mala manera y quienes
aspiraban a entrar no pudieron hacerlo por clara y abierta discrepancia en un
punto concreto: quién debía asumir el gasto de la amplísima reparación que
necesitaba la instalación. El adjudicatario, Manolo de la Ossa, pretendía que
lo hiciera el Ayuntamiento y éste justo lo contrario. Como no hubo acuerdo,
rescisión de contrato al canto y así nos quedamos sin restaurante en el
edificio más simbólico de la ciudad.
Como
si aquello no hubiera pasado nunca, forma política de actuar que ya es seña de
identidad en el Ayuntamiento conquense, ahora se prepara un proyecto, se buscan
los dineros (que pondrá el Consorcio, como es habitual) y sale adelante la
reparación del Mesón, aquella que no se quiso hacer y que ahora es viable y
posible.
El
nuevo proyecto sorprende por su planteamiento, verdaderamente ambicioso, que va
a suponer un cambio total en lo que habíamos conocido hasta ahora e incluso en
lo que podría esperarse. Se estructura mediante un vestíbulo que se quiere
amplio y amable, vinculado al espacio inmediato, el del Museo de Arte
Abstracto; donde ahora están los aseos, se transforma en bodega no solo para
almacenamiento de botellas sino para la realización de catas específicas; la
que fue cafetería en la planta primera será el comedor principal, aprovechando
las magníficas vistas que se ofrecen sobre la Hoz del Huécar; en la planta
inferior se mantiene un comedor privado; en los antiguos espacios de la cocina
habrá otro comedor, desde el que también se contemplará la hoz además de seguir
las evoluciones de los cocineros; por último, en la planta segunda, donde ahora
hay una vivienda usada como almacén, se llevará a cabo uno de los cambios más
notables, al habilitar otro comedor, llamado la Sala Blanca.
Lo
dicho: un cambio tal que no va a conocer las Casas Colgadas por dentro ni los
arquitectos y albañiles que la parieron. Luego vendrá, otra vez, la madre del
cordero: quién se hace cargo de la gestión. A la vista de las experiencias ya
producidas, podemos si no echarnos a temblar, sí por lo menos a sentir algo
parecido a la inquietud.
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