Hay un personaje que se ha hecho famoso en las últimas semanas. En realidad, ya lo era, teniendo en cuenta la amplitud de los cargos que ha desempeñado, sobre todo en la banca privada, pero ahora alcanza notoriedad por su ejemplar actitud humana, su entereza al plantar cara a la enfermedad que lo consume, la ELA, que ha reducido su capacidad de movimientos, expresión y comunicación al mínimo, a pesar de lo cual, con una inmensa capacidad, con una enorme voluntad, está consiguiendo alcanzar nos niveles de relación humana y social verdaderamente encomiables.
Es curioso advertir que prácticamente
nunca, cuando surge su nombre, va acompañado de una referencia a su lugar de
nacimiento, Atalaya del Cañavate, provincial de Cuenca, año 1948. Yo se que lo
que voy a decir ahora es un tópico, una sandez provinciana, pero la realidad es
así de contundente: si fuera catalán o vasco, esa circunstancia iría unida, de
manera indisoluble, a la mención de su nombre. Pero, ¿a quien le importa
alguien nacido en la insignificante provincia de Cuenca? A eso se podría añadir
que los primeros desinteresados están aquí mismo, donde el nombre de Francisco
Luzón está pasando olímpicamente ignorado en los ambientes culturales y
periodísticos de esta ciudad.
Estudió Ciencias Empresariales y
Económicas en la universidad del País Vasco, dedicándose a la enseñanza hasta
que ingresó en el Banco de Vizcaya en 1972, donde fue uno de los introductores
en España de las técnicas de planificación y control que han servido para
modernizar la gestión bancaria. Al producirse la fusión Bilbao-Vizcaya, de la
que fue uno de sus artífices técnicos, ocupó el cargo de consejero-director
general del nuevo BBV. En 1988 fue llamado por el gobierno para ocupar la
presidencia del Banco Exterior, puesto desde el que impulsó la formación de la
Corporación Bancaria Argentaria, empresa pública que englobó el mismo
Banco Exterior, Caja Postal, Banco Hipotecario y Banco de Crédito Agrícola.
Está casado, tiene tres hijos y reconoce una evidente afición a la gastronomía
y la música.
A
finales de agosto de 1996 fue nombrado presidente del Consejo Social de la
Universidad de Castilla-La Mancha, donde pasó doce años que, al cesar, definió
como “apasionantes”, afirmando que había aceptado el cargo “para comenzar a
devolver a esta región todo lo que me dio”. Como reconocimiento a su labor,
recibió el título de doctor honoris causa por la Facultad de Ciencias
Económicas de Albacete.
El 09 de diciembre de 2016, el Consejo de ministros
acordó concederle la gran cruz de Alfonso X el Sabio. Durante su etapa al frente de
la Fundación Argentaria en 1991 desarrolló actividades y programas educativos
innovadores, destacando, entre otros, el apoyo a la Ruta Quetzal Argentaria
(actualmente Ruta Quetzal BBVA). Más tarde tuvo un papel destacado como
vicepresidente mundial de Universia, una red de 1.404 universidades de 23
países, que representan a 19,2 millones de estudiantes y profesores. En el
ámbito cultural, ha sido patrono de la Fundación Príncipe de Asturias y también
de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). También ha sido
vicepresidente segundo del Real Patronato de la Biblioteca Nacional de España.
Cuenca, la provincia en que nació,
no le ha dedicado ningún reconocimiento. Así son las cosas de Cuenca:
impagables.
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