Uno
de los problemas históricos y científicos más notables de la Literatura y del
Arte es intentar desvelar, cosa nada fácil, quien se puede ocultar tras la
extendida figura anónima que firma (es un decir) una ingente cantidad de textos
y de cuadros. Entre esos ignotos autores, siempre ha atraído considerablemente
la atención el misterioso inventor de la gran figura del Lazarillo de Tormes, a
cuyo alrededor se han gestado multitud de teorías, ninguna confirmada. Hasta
que Rosa Navarro ha tomado el toro por los cuernos y, con una osadía digna de
ser valorada, publica una nueva edición de la obra situando en el frontispicio,
sin ambages, el nombre de Alfonso de Valdés. Se trata de un empeño singular,
que ya ha cubierto varias etapas editoriales, incluida una edición de la
Diputación de Cuenca y que ahora recibe un nuevo refrendo, en Alianza Editorial
(Alfonso de Valdés, La vida de Lazarillo
de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Edición, introducción y notas
de Rosa Navarro Durán; 334 pp-).
El
Lazarillo de Tormes fue publicado en 1554 en tres ediciones casi
simultáneas (Burgos, Amberes y Alcalá de Henares), lo que justifica la teoría
de que muy posiblemente existió una anterior, de un año o dos antes, hoy
perdida, y cuyo imaginable éxito animó a los editores a volverla a imprimir,
como seguiría sucediendo a lo largo del siglo y aún hasta nuestros días. Desde
entonces, los estudiosos e investigadores han intentado atribuir la obra a
numerosos autores, incluidos los hermanos Valdés, Juan y Alfonso y el también
conquense, el erasmista Juan de Maldonado.
La “candidatura” de Alfonso de
Valdés fue reactivada ya hace años por Rosa Navarro Durán, profesora en la
Universidad de Barcelona, especialista en la literatura española de la Edad de
Oro periodo sobre el que ha publicado numerosos estudios y ediciones, de manera
que no es una temeraria especuladora capaz de llegar a las más disparatadas
invenciones. La tesis de Rosa Navarro no suscitó ningún entusiasmo en los
círculos de expertos en la materia e incluso fue abiertamente criticada por el
gran especialista español en el Lazarillo,
el académico Francisco Rico, de quien recibió un expresivo varapalo por la vía
más directa y humillante: el silencio, que en este caso es señal de desprecio.
En 2012, Rico publicó su tercera edición de la obra (Barcelona, Galaxia
Gutenberg/Real Academia Española), enriqueciendo la primera de 1967 y la
posterior, pero sin hacerse el menor eco de lo que había escrito Rosa Navarro,
como si tal cosa no hubiera ocurrido nunca.
Pero,
inasequible al desaliento y firme en sus convicciones, Rosa Navarro insiste y
pone ahora en el mercado literario otra vez el Lazarillo, con el nombre de Alfonso de Valdés encabezando la
portada, sólo que esta nueva edición lleva el sello de Alianza Editorial y me
digo para mí que en esta firma no son precisamente tontos sino que cuentan con
destacados especialistas, de forma que si han aceptado la responsabilidad de
tal edición es que han debido considerar como viable la tesis de la editora. A
lo mejor resulta que es verdad; a lo mejor resulta que los escépticos son los
equivocados y que estamos en condiciones de afirmar que Alfonso de Valdés es el
verdadero y único autor del gran Lazarillo.
Por lo
pronto, los técnicos en la materia no solo se muestran escépticos, sino alguno
también muy severo, como Arturo Rodríguez López-Abadía, profesor en la
Universidad Católica de Lovaina quien, en una reseña extraordinariamente
prolija en una revista especializada, tras desmenuzar el trabajo como si fuera
una autopsia literaria, termina diciendo:
“A modo de conclusión, Navarro crea
conjeturas ad hoc apoyadas en una selección sesgada de datos que oculta
aquéllos que contradicen sus propuestas. Estos hechos son contrarios al método
científico, que establece que las hipótesis han de ser contrastadas con todo el
corpus de datos disponible, y si la hipótesis no concuerda, buscar una
alternativa que sí lo haga. En el caso de Navarro, asume que la propuesta
conjetural es verídica y escoge los datos que la apoyan, ocultando los que le
son contrarios. Por lo que respecta a la fijación textual, ésta es deficiente
al no haber usado una cantidad suficiente de ediciones, ni haber tenido en
cuenta las propuestas de stemma de Caso, Ruffinatto y López-Vázquez. Por
último, si se asume que hay un Valdés oculto en el título, el candidato más
firme sería Gonzalo Fernández de Oviedo alias de Valdés, y no Alfonso de Valdés”.
Con lo que yo
creo que la tesis de Rosa Navarro sigue estando muy tomada con alfileres sin
que estemos en condiciones de lanzar al vuelo las campanas
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