Después de muchos años sin contar
entre nosotros con tal figura, ahora ya tenemos en Cuenca ministro, alguien que
se sienta en la mesa del Consejo donde se toman las grandes decisiones para
administrar el país. Nos podía haber tocado un ministro de Fomento, o de
Industria, o de Sanidad, alguien del que se pudieran esperar medidas e
inversiones a favor de esta depauperada provincia. Pues no, nos toca el de
Justicia y como estos son tiempos convulsos, haría falta una mente preclara y
una voluntad de hierro para manejarse entre aguas tan turbulentas.
En realidad, con la Constitución en
la mano, la cosa debería ser fácil: división de poderes si cada uno fuera capaz
de dedicarse a lo suyo y no interferir en las competencias de los demás. Pero
al ministro de Justicia, Rafael Catalá, le pierde la verborrea incontenible, un
afán inmoderado por explicar a cada momento qué está haciendo la Justicia,
ofreciendo interpretaciones tan peregrinas que forman ya un buen catálogo de
dislates.
Eso sí: cada vez que habla, el
ministro proclama que la administración de Justicia es autónoma y toma sus
propias decisiones. Entonces al ministro se le pone la misma cara de
mentirosillo que cuando de niños intentábamos engañar a nuestra madre o al
maestro, ofreciendo justificaciones que se habían caído por su propio peso
antes incluso de empezar a hablar.
Como al señor Catalá se le van
encadenando los escándalos unos tras otro, ayudado además por la torpeza de los
responsables de la fiscalía, a los que con toda evidencia está manipulando,
según cuentan un día sí y otro también los medios nacionales que siguen estos
casos, no resulta disparatado imaginar que en cualquier momento alguien le va a
organizar un escándalo parlamentario. Solo falta que Ciudadanos, el grupo que
apoya al gobierno, se canse de tantos manejos incongruentes para pedir la
cabeza del ministro Catalá. Que podría ahorrarse el disgusto si hiciera lo que
debe hacer: callarse y dejar que la administración de Justicia actúe por su
cuenta, de forma libre y autónoma.
Por lo pronto, ya han pedido su
inmediata comparecencia ante el Congreso, con la advertencia de que si sus
explicaciones no son satisfactorias, pedirán su reprobación. O el diputado por
Cuenca se endereza y aprende a estarse quieto o le espera un porvenir algo
tormentoso.
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