Entre las
buenas noticias que se nos ofrecen de vez en cuando se encuentra la promovida
por la Diputación provincia de Cuenca para consolidar los restos de la iglesia
de Caracena del Valle, de origen románico, una de las más antiguas existentes
en la provincia, vinculada a los tiempos iniciales del cristianismo. La
noticia, sin embargo, nos ofrece un punto de amarga meditación: ¿por qué se ha
dejado casi arruinar este bellísimo y valioso recinto arquitectónico? Porque si
durante décadas hubiera habido cuidado en conservarlo, ahora no habría que
acudir a una salvación in extremis.
El lugar de Caracena es mencionado en el testamento del cardenal Gil de
Albornoz (1364) quien allí tenía una casa de su propiedad. El pueblo había
surgido en el momento inmediato a la reconquista, como lugar de repoblación,
que habría sido impulsada desde el alfoz de Huete. El nombre lo aportaron los
repobladores, que procedían de otro Caracena, el de Soria. Luego se formó un
señorío que comprendía tanto este lugar como el próximo Villarejo de la
Peñuela. En 1606 el rey Felipe III instituyó el marquesado de Caracena en favor
de Juan Alonso de Sandoval.
La iglesia
de la Asunción, situada sobre una pequeña ladera que permite dominar el paisaje
inmediato, regado por el río Mayor, se encuentra adosada al cementerio,
formando ambos un todo arquitectónico y paisajístico. Abandonada al perder el
lugar su entidad de población, el edificio se encuentra en progresivo estado de
ruina, de forma que cada nueva visita ofrece un paso más en el deterioro de la
que fue una de las primeras iglesias de la diócesis de Cuenca, antigüedad que
comparte con la de Hortizuela. Toda la obra denota su origen románico, visible
a la perfección en el ábside semicircular coronado de una preciosa serie de
canecillos en el alero. La fábrica es de mampostería, con sillares en las
esquinas y sobre la cubierta se aprecia todavía la mínima estructura de un
pequeño campanil; de la portada no queda nada. La bóveda, hoy ya
definitivamente en el suelo, puede adivinarse por el arranque de los arcos
fajones, era de medio cañón mientras que el cabecero se cubría con media
naranja. El interior debió ser reformado en el siglo XVIII, puesto que ofrece
una decoración muy relacionada con el rococó, de gran calidad ambiental y que
seguramente respondió al último momento de esplendor del señorío que tuvo aquí
su sede. Al producirse el desmantelamiento de la iglesia, el retablo barroco
fue trasladado a Huete y la pila bautismal a Valdecolmenas de Abajo, donde se
utiliza como fuente pública. La imagen de la virgen patronal se encuentra ahora
en la catedral de Cuenca. La iglesia de Caracena del Valle es uno de los más
visibles símbolos de hasta dónde puede conducir la dejadez y el abandono,
permitiendo impunemente el poder público que la desidia del propietario privado
conduzca a la ruina uno de los más bellos monumentos de este territorio. A lo
que ahora se acude con un remedio tardío, aunque necesario.
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