He escrito ya alguna vez -y no me gustaría repetirme,
aunque empiezo haciéndolo- que una de las carencias más acusadas entre nosotros
es la falta de suficientes libros de memorias (o recuerdos personales, que
viene a ser lo mismo), lo que dificulta considerablemente el conocimiento de
nuestras propias circunstancias. Si personalidades de la talla de Fermín
Caballero, Astrana Marín, González Palencia, Federico Muelas, Diego Jesús Jiménez
y otros muchos (cito solo nombres modernos, para no remontarme a los tiempos clásicos)
hubieran realizado tan saludable ejercicio, tendríamos ahora a nuestro alcance
no solo noticias directas, sino también comentarios, impresiones muy valiosas. Es
este un género que no ha tenido mucha aceptación entre nosotros y debería
tenerlo.
Maximiliano Cava Marco no es un nombre conocido, ni
famoso, salvo, seguramente, en su pueblo, Masegosa, donde siempre ha vivido y a
cuyo ambiente, geográfico y humano, dedica ahora este libro verdaderamente
ejemplar, Casi un siglo de vida. Memorias
de un jubilado autodidacta que ve la luz con la ayuda de sus sobrinos,
Joaquín Esteban Cava y Salvador F. Cava. El protagonista y a la vez autor tiene
93 años y una memoria prodigiosa, componente siempre necesario a la hora de
emprender un recorrido por la vida transcurrida y no solo a través de las
experiencias personales sino dejando constancia de un material verdaderamente
importante sobre las circunstancias ambientales del tiempo ido. Porque en esas
páginas ciertamente emocionantes, y que se leen de un tirón, enhebrando sin
parar un tema con otro, están los hechos propios, desde la niñez a la
adolescencia (la escuela, la primera comunión, el pastoreo, el primer trabajo
como peón) pero multitud de observaciones sobre la vida cotidiana del pueblo y,
por extensión, de toda la Serranía de Cuenca: el campo, los ganados, la
maderada, la recolección de la aceituna, los oficios ya perdidos, la matanza
por supuesto, tan vinculada siempre a esos ambientes, la forma de vestir y por
no seguir detallando conceptos, todo un riquísimo fresco narrativo que pone
ante los ojos del lector, como dice el título, todo un siglo de vida en un pequeño
pueblo serrano, sin que falte, y es un ingrediente siempre necesario, un amplísimo
repaso por los repertorios personales de quienes en estos tiempos ocuparon
puestos de responsabilidad (los alcaldes, los párrocos) pero también los
maestros, los molineros, los jueces de paz… de manera tan detallada y
exhaustiva que el lector queda maravillado ante este acopio de datos.
Apasionante, desde luego, viene a ser la lectura (también
porque es tema escaso entre nosotros) de los tiempos vinculado a la guerra
civil, incluyendo el propio conflicto pero también los años anteriores (la República)
y los inmediatos posteriores (el primer franquismo). Son testimonios directos,
de primera mano, con una ejemplaridad subyacente que resulta imprescindible
conocer para que de una vez por todas podamos comprender qué pasó en este país
y, sobre todo, por qué pasó aquella calamidad cuya resonancia aún sigue
condicionando buena parte de nuestras vidas.
Es este un libro seguramente menor en el conjunto de la
bibliografía provincial porque aparece en forma de autoedición, sin los apoyos
editoriales que serían necesarios para garantizarle un mayor difusión, pero
desde luego de conocimiento útil y conveniente para quienes deseen conocer algo
(no algo: mucho) sobre las circunstancias de la vida, los hechos y las
costumbres durante casi un siglo.
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