Una ciudad sobre la que vienen
recayendo tantas noticias pesimistas y en la que se acumulan plazos y años
sobre edificios en permanente espera de actuaciones públicas (la Casa del
Corregidor, el Jardín de los Poetas, el inacabable y cada vez más turbio asunto
de la Plaza de Mangana) mientras iniciativas lanzadas a bombo y platillo
duermen el sosegado sueño de los justos (el Espacio Torner, el mesón de las
Casas Colgadas, la ampliación del Museo de Arte Abstracto, el presunto futuro
nuevo museo en la iglesia de Santa Cruz), formando ese rosario de promesas y
anuncios que mueren en el mismo momento de nacer (aunque ahora, en vísperas
electorales, todo se reactivará como por arte de magia, a ver cuántos incautos
pueden ser engañados), una ciudad así, digo, deberá alegrarse al ver cómo se ha
recuperado, al menos visualmente, externamente, uno de los más señoriales
edificios que jalonan la subida a la parte alta de Cuenca, la Casa de los
Merchante.
A pesar de los cambios introducidos por los
tiempos, la calle de San Juan sigue siendo el espinazo que articula la entrada
en el casco antiguo, carácter que tuvo tradicionalmente, aunque se alteró en
buena medida cuando se produjo el ensanche de la calle Palafox para facilitar el
tráfico, entonces de carruajes, hoy de automóviles, coexistiendo así la calle
Ancha con la calle Estrecha. Esta, la que aquí interesa, se estructura en dos
sectores bien definidos. El superior está formado por un grupo de edificios
cuyo frontal es de una sencilla elegancia formal; el primero se organiza al
lado de la Torre de
San Juan y se levanta sobre la
Puerta de San Juan; es una antigua casa
nobiliaria construida en el siglo XVIII; a su lado hay un bloque de viviendas
levantado en el siglo XX sobre la que fue casa familiar de Federico Muelas, bajo
proyecto del arquitecto Miguel Ángel Ortí Robles, que encaja muy bien en el
conjunto; le sigue un estrecho pero muy atractivo edificio también decimonónico,
con agradables balconadas; el siguiente, el de mayor volumetría, tanto en
vertical como en horizontal, es obra del siglo XIX y en una época posterior sirvió
de alojamiento al gobierno civil y a continuación, ya al borde del sector
escalonado, la casa curato de San Juan, identificada por el arco gótico descubierto
en obras modernas de restauración. A partir de él se abre el segmento estrecho
de la calle, dispuesto en atrevida escalinata que llega hasta el puente de la
Trinidad. Enfrente queda el mamotrético volumen del Palacio de Justicia, que
desentona ferozmente en este ámbito tan singular.
Pero volvamos al edificio que justifica este
comentario. Se trata de la casa de los Merchante, una residencia familiar hoy
totalmente desocupada y que durante años ha ofrecido un evidente deterioro a
ojos vistas, que los propietarios han querido detener promoviendo una vistosa
restauración que, entre otras cosas, ha servido para aportar a la fachada una
luminosidad colorista de la que carecía, dentro de la costumbre moderna de
animar los tradicionales tonos grisáceos y ocres de la viviendas de Cuenca con
estos otros generalmente adecuados al ambiente general de la ciudad. La que fue
severa arquitectura luce ahora su renovada presencia para alegrarnos la vista y
el ánimo.
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